Biodiversidad y capitalismo
BIIC - Biblioteca Internacional de la Izquierda Comunista
[last] [home] [content] [end] [search]

BIODIVERSIDAD Y CAPITALISMO
If linked: [English] [French] [German] [Italian]


Content:

Biodiversidad y capitalismo
Orígenes de la agricultura
El desarrollo de la diversidad
Importancia de la diversidad
Erosión genética
Los bosques húmedos
Source


Biodiversidad y capitalismo
[top] [content] [next]

Quien se atreva a leer el periódico, no limitándose sólo al deporte o a los sucesos, no puede escapar a un sentimiento de malestar por la frecuencia de noticias que anuncian catástrofes de diverso tipo. Aclarémonos, la burguesía querría que nada transcendiese de las desgracias provocadas por su afanosa carrera hacia el beneficio, pero ya se sabe que, por un lado la así llamada globalización que hace que todo lo que sucede en el mundo sea de interés general, y por otro el hecho de que la misma venta de noticias sea un negocio para ella, hacen que, por ahora, circulen muchas noticias, aunque sea con retraso y a menudo falsificadas en la medida de lo posible. Puesto que la burguesía tiene el interés de minimizar, es legítimo pensar que generalmente las malas noticias que afectan al medio ambiente sean en realidad mucho peores de como las presentan, con pocas excepciones.

Una de las maldiciones más antiguas de esta época nuestra es el miedo a un desastre nuclear, ya sea debido a una guerra o a un accidente; otra más reciente es el calentamiento global, el efecto invernadero que transformaría radicalmente nuestro planeta. Pero si a uno le da por pensar puede descubrir nuevas fuentes de preocupación, como el fin de la energía barata, la demografía, la falta de agua, el sida, el cáncer, la guerra química o bacteriológica, etc.

Son pocos los que saben qué significa la biodiversidad, y poquísimos comprenden su importancia como una posible causa de desgracias para el género humano, desgracias tan graves como ineluctables si no se toman las medidas adecuadas. La pérdida de biodiversidad en la agricultura es una bomba de relojería que lentamente está llevando al desastre ecológico y alimentario; cuando explote probablemente será demasiado tarde. Estamos al borde del precipicio.

La roya del maíz fue señalada inicialmente en 1961, en Filipinas; poco después apareció en Méjico. Los primeros síntomas de su desembarco en USA empezaron en 1968; en la primavera de 1970 afectó al maíz de Florida, pero se supo ya tarde, en agosto, simplemente porque subieron las cotizaciones en la bolsa de Chicago. Al final se perdió el 15% de la producción, un enorme desastre.

Durante el invierno de 1971-72 hizo mucho frío en Ucrania, y no nevó suficiente. La primavera siguiente no llovió. Cerca de 40 millones de hectáreas estaban sembradas con una variedad de trigo de alto rendimiento, sensible a la sequía. No se sabe con certeza cuales fueron los daños que ocasionó esta sequía pero los efectos debieron ser gravísimos: en julio los rusos compraron 27 millones de toneladas de trigo, un hecho sin precedentes. Quien sufrió las consecuencias no fueron tanto los rusos como los habitantes de los países más pobres, importadores de cereales: el precio para alimentar a las vacas rusas fue el hambre para millones de seres humanos, a causa del aumento en un 50% de los precios de los cereales en los mercados internacionales.

En ambos casos el culpable era la uniformidad genética: las variedades muy productivas, preciado y orgulloso producto de las modernas mejoras genéticas, pueden ser vulnerables a uno de tantos factores ambientales; pero cuando el daño se verifica el desastre es inevitable, porque por lo general se cultivan en superficies enormes, y todas con la misma e idéntica variedad.

En esta posguerra la búsqueda de nuevas HYV (High Yielding Varieties - variedades de alto rendimiento), que ha determinado la así llamada «Revolución Verde», ha empobrecido constantemente la variedad genética de nuestros cultivos, suprimiendo para siempre un gran número de viejas variedades cultivadas.

A primeros de los 70 las grandes compañías semilleras del Norte empezaron a mostrar un gran interés por los recursos genéticos del Sur. Resultaba que el Norte, rico en cereales, era en realidad pobre genéticamente. La diversidad había que buscarla en el Sur pobre; el Sur, que nunca sufrió glaciaciones, rico en climas y microambientes variados, ha podido desarrollar una excepcional variedad de formas de vida. De esta forma se ha desarrollado otro fenómeno, el de la búsqueda de nuevos genes y de nuevos genotipos, un negocio enorme por explotar, una de las nuevas fronteras para el beneficio, que ahora ya reviste una importancia política internacional. Pero tampoco este nuevo camino, por muy rico que sea en posibles éxitos y descubrimientos, está en grado de resolver de modo permanente el problema.

Para comprender el escenario actual, es necesario comprender antes cómo se ha llegado a esta situación; debemos por tanto retroceder en el tiempo, a ese periodo en el cual sólo existía biodiversidad natural, y el hombre no la había alterado.

Orígenes de la agricultura
[prev.] [content] [next]

La humanidad siempre ha vivido de la caza y la recolección. O mejor dicho, casi siempre; en unos pocos miles de años la humanidad ha pasado gradualmente a la agricultura, y no totalmente. Hasta hace pocos siglos una gran parte de la población mundial vivía sólo de la caza y la recolección. Y todavía hoy, en algún lugar apartado existe algún grupo étnico a salvo de la televisión, la Coca Cola, la contabilidad en partida doble, en definitiva, de la civilización.

¿Cómo vivían estos pueblos cazadores-recolectores? Gracias a la arqueología y al estudio de sus descendientes que todavía permanecían en este último siglo lo cierto es que no vivían muy mal del todo:
- Tenían una cultura (enterraban a sus muertos según un cierto ritual, conocían

perfectamente el ambiente en el que vivían, disponían de técnicas de elaboración de los alimentos, de la caza, etc., y debían por tanto disponer de medios de comunicación para transmitir estos complejos conocimientos. Además tenían una vida social desarrollada).
- La comida era abundante, porque dada la escasa población la superficie en la que se movía el grupo era lo suficientemente grande como para alimentar a todos con vegetales y caza (los bosquimanos de Africa del Suroeste destinan sólo una media de 9-12 horas semanales per capita para aprovisionarse de comida; lo mismo puede decirse de los indios del Amazonas, los inventores de la hamaca). También era escaso el trabajo para las demás actividad esenciales.
- La alimentación se basaba en un altísimo número de especies vegetales (3.000-5.000 sólo en Norteamérica), lo que significa una dieta variada y saludable. No había carestías (a no ser que interviniesen otros grupos humanos); ¿cómo podía haberlas? Los ecosistemas en los que vivían eran estables, y de cualquier modo las fuentes de alimentación eran tan numerosas que todas no podían extinguirse al mismo tiempo. Las carestías son una invención de las sociedades agrícolas, como también lo son los desastres «naturales».

Por tanto, había pocas motivaciones para cambiar de modo de vida. Lo cual sigue sucediendo en los grupos étnicos que en una época reciente han entrado en contacto con la «civilización».

¿Por qué y cómo llegó la agricultura? La hipótesis según la cual se trató de una invención improvisada que se dio un buen día hace 10 ó 12 mil años por parte de un señor disconforme con su dieta habitual no tiene ya ningún crédito, porque parece que realmente surgió casi contemporáneamente en diversos puntos del mundo. Parece más probable que se trató de un proceso gradual (con avances, retrocesos, callejones sin salida) entre caza/recolección y cría/cultivo.

¿Cuáles pueden haber sido las razones que han determinado esta transición? Una respuesta que viene a la mente es que pudo haber sido el hambre, visto que la agricultura es mucho más productiva por unidad de superficie, lo que empujó a nuestros antepasados a cultivar la tierra, para alimentar a una población cada vez más numerosa; pero esta hipótesis no se sostiene si se piensa que en el momento del hambre no se inicia un proceso tan largo como el de la agricultura, ni mucho menos se inventa, sobre todo porque no se sabe aún que la agricultura es más productiva; cuando hay hambre se consumen todos los recursos, incluidas las semillas.

Probablemente las primeras plantas cultivadas fueron plantas preciadas y raras (medicinales, rituales, colorantes, venenosas), difíciles de encontrar y necesarias en pequeñas cantidades. Más tarde, quizás, debido a diversas contingencias tales como la disminución de la caza debido a cambios climáticos o una superexplotación del medio ambiente, aumentó la dependencia en los poblados de las plantas cultivadas, inicialmente con toda probabilidad obra de las mujeres; por tanto en un momento dado la tribu renuncia a emigrar en busca de nuevos territorios más ricos (en los que no hay vecinos, o si los hay son belicosos), y aumenta de esta manera su dependencia de la agricultura.

Con el aumento del sedentarismo aumenta también la población: los hombres ya no van a largas batidas de caza. Por eso hay más personas disponibles para trabajar y explotar el terreno; también los hombres se dedican a la agricultura. Esto gradualmente determina, aparte de un aumento de las superficies explotadas, también una mejora en las tecnologías; de esta forma el ulterior aumento de la producción permite la continuación del incremento demográfico, fenómeno que no se ha detenido hasta nuestros días. Las plantas que cultivamos hoy no son las de entonces, ni tampoco se parecen mucho. Las plantas actuales son plantas domésticas, es decir transformadas en función de las exigencias del hombre.

La domesticación ha consistido principalmente en una selección de los individuos que se debían sembrar cada año, mereciendo por lo tanto perpetuarse. De este modo se llevaba a cabo las elección, no ya natural sino dirigida. La domesticación es una forma de evolución guiada por el hombre. ¿Cuáles son los caracteres que han interesado al hombre y por los que ha seleccionado las especies útiles? Las primeras especies domesticadas tenían algunas características importantes para la nueva tecnología alimentaria: facilidad de conservación y almacenamiento de las semillas, elevado contenido de almidón en las semillas de cereales, elevado contenido de proteínas en las semillas de legumbres. Pero además había otras características:
- Tipos que no desperdician semilla: si las semillas se separan con facilidad cuando se recoge la espiga, se trata de un fenómeno que favorece la diseminación de la especie, pero que reduce también la cantidad de granos que el hombre consigue recoger;
- Mismo periodo de maduración, y aunque este fenómeno sea negativo para la especie, es positivo para las cosechas agrícolas;
- Mismo periodo de germinación, con las mismas características anteriormente descritas;
- Semillas más grandes (plantas potencialmente más fuertes y resistentes), como sucede con el maíz;
- Vainas indehiscentes (que no se abren de manera natural), como sucede con las judías;
- Pérdida de caracteres defensivos (espinas, toxicidad).

Cuanto más se modificaban las plantas, más se dedicaban los hombres a la agricultura, que progresivamente se iba haciendo más productiva; en consecuencia los hombres iban perdiendo sus hábitos de caza-recolección (pero que nunca han sido abandonadas totalmente); debido a esta transformación, se iba alterando el ecosistema en el que el hombre actuaba.

De esta forma la dieta del hombre se iba reduciendo en el número de especies empleadas, ya que las mejoradas eran más productivas, y se recogían menos plantas selváticas. Hoy las especies cultivadas son unas 130 en lugar de los miles de especies que constituían la dieta de los recolectores. Pero en realidad el 85% de los alimentos proviene de 8 especies, y el arroz, el trigo y el maíz nos suministran el 50% del alimento.

Dejemos clara una cosa: la domesticación de alrededor de 200-250 especies llevada a cabo en 10.000 años ha sido una enorme conquista, que merecería una mayor consideración. Sin embargo hoy estamos perdiendo una gran parte de los resultados de esa conquista, mientras que los alimentos selváticos están ausentes de nuestra dieta.

El desarrollo de la diversidad
[prev.] [content] [next]

Con la domesticación el hombre dirige la evolución de las plantas cultivadas; pero no se trata de un proceso lineal, ni unívoco. Es conocido el ejemplo de un famoso genetista que preguntó a un agricultor africano las razones por las que escogía unas plantas de sorgo características para la siguiente estación; la respuesta fue que este tipo de semillas de sorgo eran las más adecuadas para secarlas colgando del techo de la cabaña. Los avances han sido numerosos, y en algunas épocas unos han sido más importantes que otros; hay muchos ejemplos de esta domesticación. El maíz coloreado de Sudamérica era importante porque el color indicaba unas características que en aquel entonces eran útiles; las cucurbitáceas (pepino, melón, sandía...) servían como alimentos pero también como instrumentos musicales, recipientes para líquidos y funda del miembro viril. El sorgo en Africa servía como escobas, para melaza, para masticarlo, para hacer pan y cerveza, como material de construcción, como colorante, etc. En Perú había distintas variedades de algodón coloreado, y por eso no era necesario teñirlo.

Con el desarrollo de cada cultivo alimentario disminuía paralelamente el impulso para domesticar las demás especies. La diversidad en la naturaleza no se perdía, pero no se utilizaba, y con el tiempo se iban perdiendo estos conocimientos. No obstante aumentaba enormemente la diversidad entre las especies domesticadas; dos aldeas separadas por una montaña podían desarrollar dos tipos distintos de judías, porque el ambiente era distinto, o bien porque los gustos alimenticios no coincidían. Hasta hace no mucho tiempo ciertas hortalizas sólo se producían en algunos lugares. La diversidad estaba favorecida por ambientes morfológicamente irregulares (colinas y montañas).

En el curso de los miles de años de domesticación la mayor parte de los cultivos ha debido adaptarse a las condiciones mas variadas, produciendo genotipos muy diversificados. Por esta razón muchas especies se encuentran por todas partes. Por ejemplo el albaricoquero se ha difundido en las zonas cálidas del Mediterráneo, pero también se encuentra en los ambientes más extremos, como en las laderas del Himalaya; el sorgo, que es típico tanto de los trópicos húmedos como de las zonas semiáridas; el arroz, que en la India se encuentra al nivel del mar y también a 2.000 metros. Pero la mayor ductibilidad la ha demostrado la patata, que se encuentra en las depresiones, pero no es raro hallarla incluso a 3.000 metros, desde el círculo polar hasta Africa.

Estos genotipos son las variedades, o cultivares, que pertenecen a la misma especie, pero que se distinguen por un número habitualmente reducido de caracteres. Esta diversificación se ha dado generalmente en base a dos factores de transformación, la mutación (aparición casual de nuevos caracteres en un individuo, seguida por la selección llevada a cabo por el hombre) y la introgresión (aparición de nuevas combinaciones de genes ya existentes, casual o guiada por el hombre a través de la hibridación).

Las novedades vegetales que interesan al hombre tenían caracteres nuevos y útiles con respecto a la resistencia a las enfermedades e insectos nocivos, a la adaptación a ambientes extremos, a la calidad y cantidad de las producciones, etc.

Para obtener una mejora genética por introgresión es necesaria la presencia en las poblaciones de plantas de una gran variabilidad genética, de tal modo que se pueda obtener un gran número de combinaciones genéticas entre las que escoger. Esta variabilidad es máxima en los ambientes en los que una determinada especie ha existido durante mucho tiempo, ya que esto le ha permitido producir formas nuevas. Estos ambientes obviamente son los originarios de esa planta.

Llegados a este punto creemos que es necesario hablar de Nikolai Ivanovich Vavilov, un genio poco conocido fuera de los ambientes de los genetistas, un biólogo y genetista que viajó por el mundo desde 1916 a 1940, observando y recogiendo muestras vegetales. Siendo una figura respetada incluso hoy en todo el mundo, fue necesaria la ceguera del estalinismo para deportarlo a un campo de concentración, en donde murió de hambre en 1943.

Su descubrimiento más importante fue que la variación genética, la diversidad genética creada durante millones de años de evolución natural y durante miles de años de agricultura, no se había distribuido de manera igual por el mundo. Vavilov trazó un mapa de la distribución de la diversidad para cada una de las especies cultivadas que había estudiado. También planteo la hipótesis de que el nivel de diversidad era indicativo del tiempo durante el cual esa especie había sido cultivada en ese área. Cuanto mayor era el periodo de tiempo, mayor era la diversidad que se podía encontrar. Cuanto mayores eran los usos que se habían hecho de esa especie, mayor era la variedad de estas formas: por ejemplo, en el maíz para palomitas, para fines ceremoniales y medicinales, para tostarlo; lo mismo puede decirse en lo que respecta a la defensa contra patógenos y bichos, etc. Vavilov pensó que identificando el centro de la diversidad genética de una especie cultivada se podría seleccionar el centro originario: debería encontrarse en la zona en la que el cultivo había tenido el tiempo y la posibilidad de desarrollar una amplia diversidad. Vavilov seleccionó 8 centros. Se trata por lo general de zonas montañosas, o bien dotadas de ambientes variados. Las montañas aseguraban las condiciones ideales para que apareciese la diversidad: variedad topográfica, con diversos tipos de suelo y de clima. Constituían también unas excelentes barreras naturales contra incursiones externas y obstaculizaban los intercambios incluso a nivel local.

Puesto que los centros de origen no eran tales para una sola especie, sino para numerosos cultivos, Vavilov teorizó que todas las especies cultivadas se habían originado en 8 centros de diversidad.

Hoy ya no se identifican los centros de diversidad con los centros de origen: resulta que, además de la diversidad, un centro de origen debe disponer también de formas selváticas, progenitores de las especies cultivadas. Según esta interpretación, Harlan seleccionó sólo 3 centros de origen, que más tarde fueron reconocidos también como centros de origen de la agricultura, y los así llamados no-centros, o centros impropios, o centros secundarios de diversidad donde la agricultura se ha extendido, y donde el proceso de domesticación ha continuado. Cambiando de ambiente las especies cultivadas han debido sufrir procesos de adaptación todavía más drásticos que precedentemente. De esta manera la diversidad ha viajado con la agricultura en su conquista del mundo.

Importancia de la diversidad
[prev.] [content] [next]

Cuando en la antigüedad la agricultura se afianzó y se desarrolló, se creó un equilibrio entre plantas, insectos nocivos y enfermedades; esto era posible porque la velocidad de transformación de las especies y de los sistemas de cultivo era lentísima, y por tanto había tiempo de sobra para una coevolución de los diversos organismos.

Las variedades primitivas estaban caracterizadas por una notable variabilidad genética; sin duda alguna los bichos y las enfermedades eran perjudiciales, pero sus daños eran mitigados por la diversidad de los genotipos, muchos de los cuales poseían defensas eficaces. Además los campos habían aparecido entre selva y selva, y difícilmente podían transmitirse las infestaciones. Los cultivos sufrían daños, pero no devastaciones.

La situación cambió con la extensión de la agricultura y con la concentración de pocos genotipos, si no de uno solo, sobre enormes extensiones.

Un caso típico fue la patata en Europa: difundida en Sudamérica fue introducida en Inglaterra y en España en el siglo XVI. Se difundió lentamente, pero basándose siempre en esas introducciones iniciales, por lo tanto sobre una base genética bastante restringida. En Irlanda se convirtió en el alimento principal del pueblo. La llegada de la Phytophtora infestans (una enfermedad fúngica de la patata) significó la destrucción de las cosechas y la consiguiente hambruna, con millones de muertos y emigrados a América. Existían los genes resistentes, pero estaban en los Andes; si no fuese por esto, no conoceríamos la patata actualmente.

A pesar de esto y otras cosas, el desarrollo de la agricultura moderna ha seguido otras vías: la existencia de caracteres diversos en las variedades tradicionales ha servido para crear variedades nuevas, adaptadas a situaciones particulares, pero obviamente no a todas las situaciones. Con el desarrollo de la genética que siguió al descubrimiento de las leyes de Mendel, y con el desarrollo de las técnicas agrícolas, fue posible crear variedades más productivas, con la técnica de la «línea pura» en las especies de semillas, y del «clon» en los árboles: en ambos casos los cultivos estaban (y están) compuestos de individuos idénticos genéticamente. Así los campos de cultivo presentaban cada vez más la característica de la homogeneidad genética (en lugar de lo que se había definido como «armonioso desorden»), con variedades que respondían positivamente a los abonos, laboreos, riegos, mientras que los eventuales enemigos bióticos eran mantenidos a raya con tratamientos suministrados por la nueva industria química a bajo precio.

Pero esto no fue suficiente para impedir los desastres: en 1870 las plantaciones de café de Sri Lanka, India y Africa oriental fueron completamente destruidas por la raya (debido a esto Inglaterra se hizo bebedora de té). En los decenios posteriores una serie de enfermedades desastrosas afectaron al algodón, trigo (USA), arroz (India), avena (USA), maíz (USA), trigo(URSS).

Siguió siendo necesaria la resistencia; y ésta hubo que buscarla en los centros de diversidad, en las variedades tradicionales que se habían salvado, o en los parientes selváticos de los cultivos. Esta resistencia es útil siempre, ya que los insectos y las enfermedades mutan con el tiempo y se vuelven resistentes a los pesticidas, de tal modo que pueden atacar a los genotipos resistentes.

Los ejemplos de cultivos salvados por caracteres provenientes de variedades selváticas, sólo en este siglo, son demasiados como para enumerarlos. La diversidad de las variedades selváticas las ha hecho capaces de sobrevivir sin la intervención humana. Si su resistencia no les hubiese hecho sobrevivir se habrían extinguido hace mucho. Por esto, como fuente de resistencia, las variedades selváticas representan una riqueza inestimable. Como ha dicho Harlan «los parientes selváticos están entre el hombre y el hambre». Y esta es la clave de la cuestión: los parientes selváticos, junto a las viejas variedades, servirán siempre; y por tanto servirán siempre los ambientes en los cuales crecen y se desarrollan también hoy. Aquí está la perenne importancia de la diversidad vegetal: sin la diversidad la agricultura no sobreviviría.

Erosión genética
[prev.] [content] [next]

La historia agraria de esta última posguerra es en buena parte la historia de lo que un poco pomposamente se ha querido llamar «Revolución Verde». Las empresas seleccionadoras de semillas y los organismos internacionales han producido en el transcurso de decenios nuevos genotipos de las principales especies cultivadas, líneas puras capaces de suministrar grandísimas producciones y ligadas al aporte en grandes cantidades de otros factores de la producción (fertilizantes, agua, pesticidas).

Entre 1940 y 1960 se crearon centros internacionales de selección en Méjico y en Filipinas, con el objetivo de aumentar la producción alimentaria lo más rápidamente posible. Las variedades con un alto rendimiento habrían debido permitir una revolución alimentaria en los países del así llamado Tercer Mundo, hambrientos y en permanente tensión. Tras la motivación humanitaria hipócrita de acabar con el hambre, se encontraba el deseo de alejar riegos de inestabilidad política derivados del hambre. China había caído en manos de los «comunistas»; Gran Bretaña estaba combatiendo el comunismo en la península malaya; había inestabilidad en Filipinas; Francia estaba a punto de ser derrotada en Indochina; levantamientos campesinos estallaban en una Corea sostenida por EEUU, etc. Los americanos no escatimaron tropas, armas y dinero, pero comprendieron que el descontento estaba producido en buena parte por el hambre.

Los científicos de los centros de investigación se empeñaron a fondo para aumentar la productividad agrícola a través de la selección y distribución de variedades de alto rendimiento, sobretodo cereales. El mecanismo biológico principal para alcanzar este objetivo fue injertar caracteres de enanismo, mediante los cuales una parte de la biomasa podía ser trasladada desde los tallos a las semillas. La tecnología desarrollada durante la segunda guerra mundial para producir bombas hizo posible la producción de fertilizantes nitrogenados. Las nuevas variedades mostraron una alta sensibilidad a los fertilizantes: podían utilizar este incremento en la fertilidad aumentando las cosechas. El empleo de nuevas semillas y fertilizantes determinó un aumento de las cosechas entre el 10 y el 100 por cien. En poco tiempo las nuevas variedades fueron cultivadas en millones de hectáreas.

Pero pese a que la revolución verde provocó un aumento de la producción alimentaria, el hambre siguió existiendo; también debido al boom demográfico cada vez más habitantes del planeta padecen este mal, tan antiguo como la sociedad dividida en clases sociales. Una serie de estudios del International Labour Office reveló que el hambre y la malnutrición aumentaban mucho más rápidamente en las áreas más beneficiadas por la revolución verde. En realidad apareció pronto ya que las nuevas semillas no eran «neutrales». Crecían mejor en los campos de los propietarios ricos que en los de los campesinos pobres. Para obtener altos rendimientos eran necesarios fertilizantes y regadíos, que alimentaban tanto a las malas hierbas como a los cultivos, haciendo necesaria la utilización de herbicidas. Los insectos encontraron muy de su gusto la uniformidad de las nuevas variedades, especializándose rápidamente en ellas, y por tanto se hicieron necesarios los insecticidas. Los campesinos que no estaban en grado de adquirir estos productos se vieron marginados, y en muchos casos tuvieron lugar profundas transformaciones de la composición social de amplias áreas.

En realidad, la expresión «variedades de alta producción» es inapropiada, ya que hace creer que las nuevas semillas posean un alto rendimiento por sí mismas. Por el contrario lo que caracteriza a estas semillas es que responden bien a determinados factores de la producción como son los fertilizantes, regadíos, etc. Sería mejor llamarlas «variedades con alta capacidad de respuesta». De todas formas, en ausencia de estos factores de la producción, las nuevas semillas rinden menos que las variedades indígenas. Es más, en términos de biomasa vegetal general, las variedades de la revolución verde pueden incluso reducir el rendimiento de los cultivos. Y esto no es poco si se piensa que en el «tercer mundo», que sólo en una pequeña parte tiene una economía de mercado, por lo general todo el producto de los cultivos es utilizado: además del grano, un cultivo puede producir forraje, combustible, material de construcción, material para la artesanía, etc.

La revolución verde responde a los problemas del hambre y a las penalidades del campo con el aumento de la producción, lo cual trae consigo entre otras cosas el enriquecimiento de los estratos burgueses locales e internacionales; pero no se ha hecho nada para aumentar la ocupación, o para poner en marcha reformas agrarias. Se dio una solución técnica a un problema social y político.

La verdadera y perdurable consecuencia de la introducción de las variedades de alto rendimiento ha sido el abandono o la marginación de las viejas variedades, incluso en los centros de biodiversidad, con la consiguiente desaparición de una parte de la diversidad vegetal, y la puesta en peligro del resto.

El ya citado Harlan habla de un tipo de trigo que había recolectado en Turquía en 1948. Pequeño, raquítico, con semillas pequeñas, sensible al frío y a diversas enfermedades, inadecuado para hacer pan, nadie le dio importancia durante quince años, hasta que no apareció el problema del verduguillo, una enfermedad de los cereales. Entonces se comprobó que esta variedad no sólo resistía al verduguillo, sino además otra serie de enfermedades. A partir de ese momento el miserable trigo de Harlan es usado en todos los programas de mejoras de los EEUU y ha evitado enormes daños.

La importancia del viejo germoplasma (conjunto de los genotipos existentes en un grupo taxónomico) está ratificada por una infinidad de historias similares con especies como la cebada, arroz, mijo, sorgo, patata, de las cuales depende la vida de inmensas multitudes, pero lo mismo puede decirse de otras especies como frutales, guisante, remolacha azucarera, etc.

Las nuevas semillas forman parte de un proceso de transformación de la agricultura, que prevé mayores adelantos técnicos, una mayor apertura al mercado mundial, concentración de las producciones en base a genotipos particularmente adaptados al mercado mundial; por lo tanto, una pérdida de diversidad, transformación de las sociedades agrícolas (con pérdida de diversidad social y cultural). La agricultura está cada vez más controlada por la industria, por los capitalistas y sus científicos, y cada vez menos por los agricultores.

Por lo que respecta a la diversidad, el fenómeno según el cual se cultivan cada vez menos genotipos, y los menos rentables son olvidados y se pierden para siempre, se llama erosión genética. Esto puede suceder incluso para grupos enteros, como sucede con las legumbres: allí donde se difunde el monocultivo de cereales, no se producen legumbres, y de esta manera se empobrece la alimentación de la población que vive de los productos directos de la tierra (un ejemplo terrible del pasado reciente ha sido el cultivo del maíz en ciertas zonas del norte de Italia).

La nueva agricultura no se detiene frente a la destrucción del hábitat natural: presas, cemento, carreteras, extensión de los pastos a costa de los bosques, desertificación, deforestación, son fenómenos determinados directa o indirectamente por el hombre, y tienen en común la característica de atacar la supervivencia de genotipos preciados e irrepetibles. Pero el peor enemigo de la diversidad es la misma agricultura, debido a la sustitución genética que lleva a cabo. Cuáles son las especies cuya diversidad está más en peligro? Son aquellas que están en curso de mejoría genética, que producen nuevas variedades, y en general se trata de especies más importantes para la humanidad.

Para tener una idea de la uniformidad genética de los principales cultivos basta con mirar la siguiente tabla referente a los Estados Unidos:

Especie Variedades principales Superficie en porcentaje
cacahuete 9 95
remolacha azucarera 2 42
algodón 3 53
alubias 3 76
trigo 9 50
maíz 6 71
mijo 3 100
patata 4 72
boniato 1 69
guisante 2 96
arroz 4 65
soja 6 56

Un factor agravante de esta situación es que los cultivos más utilizados tienen en general una base genética bastante reducida, y en gran parte común a todas: en otras palabras, se trata de cultivos con muy pocas diferencias entre ellos, con uno o más padres en común, y que se diferencian sólo por un carácter de interés técnico (época de maduración, número de espigas, resistencia a un factor ambiental, enanismo, etc). De esta forma las distintas variedades no lo son tanto.

Los primeros agricultores redujeron el número de especies usadas (respecto a los recolectores), pero con el paso del tiempo la agricultura aumentó la diversidad dentro de cada especie.

Estamos destruyendo esta diversidad sin producir nada a cambio, sólo una riqueza capitalista que no resuelve los problemas de la humanidad. Gran parte de la diversidad creada durante millones de años de evolución vegetal, y durante miles de años de agricultura ha sido destruida, sólo en aras del miserable beneficio.

Los bosques húmedos
[prev.] [content] [end]

Nadie sabe con certeza cuantas especies animales y vegetales hay. Se estima una cifra de 13 a 14 millones, de las que sólo un 13% ha sido descrito científicamente.

Una gran parte de estas especies, probablemente dos tercios, viven en los trópicos, sobre todo en las selvas tropicales. La variedad, la diversidad de formas que existe en estos ambientes es enormemente mayor que en los ambientes templados. Para entendernos, Panamá, un pequeño estado de América Central, tiene una variedad de especies mucho mayor que toda Europa. Un famoso naturalista ha escrito que sobre un pequeño volcán apagado cubierto de bosques, en Filipinas, ha encontrado más especies arbóreas de gran tamaño que cuantas se puedan encontrar en los Estados Unidos. ¿Cómo es posible esta diferencia? Ya hemos visto que los trópicos no han conocido interrupciones en el proceso de diversificación que ha durado millones de años. Además las óptimas temperaturas y la humedad han favorecido la existencia, el sustento y la evolución de un número increíble de especies. Cada una ocupa un espacio muy preciso, y ha adquirido un altísimo grado de especialización; esto significa que las especies animales y vegetales que conviven dependen totalmente unas de otras. La desaparición de una especie de pájaros podría implicar la desaparición de numerosas especies de árboles y arbustos que basan la diseminación de sus semillas en esos pájaros; la desaparición de una especie vegetal puede significar el fin para una serie de insectos, ranas y mamíferos que se habían especializado en alimentarse con esa planta; pero a su vez estos animalitos no podrán, por ejemplo, servir de portadores de polen para otras especies, y así sucesivamente.

Naturalmente, se han extinguido especies en todas las eras precedentes, y el proceso no se detendrá nunca: unas especies que no se adaptan a nuevas situaciones climáticas desaparecen, y otras más dúctiles si se adaptan. Pero en tal caso los cambios tienen lugar en el transcurso de períodos relativamente largos, y muchas especies tienen la posibilidad de adaptarse, y de ser seleccionadas por el nuevo ambiente; una serie de espacios eventuales quedan libres en el sistema y son ocupados por especies distintas. Se trata de un fenómeno interesante y complejo, que aquí sólo podemos mencionar; además conocemos muy poco de la diversidad tropical. Pero esto no sería un problema, ya que queda como un interesante trabajo pendiente para los naturalistas del futuro. El problema es que los territorios ocupados por las selvas están disminuyendo a una velocidad impresionante, y por tanto mayor que la capacidad de la naturaleza para adaptarse a la transformación. El problema son las excavadoras, las moto sierras, los incendios.

La pérdida de los bosques es considerable, y es uno de los fenómenos de degradación ambiental mejor conocidos por el gran público. El cálculo medio del quinquenio 1991-95 es de 11,27 millones de hectáreas perdidas por deforestación; para hacernos una idea, Italia ocupa cerca de 30 millones de hectáreas, incluidas las montañas (por tanto en 5 años, casi dos veces Italia). Pero el dato real de pérdida de biodiversidad es bastante mayor: para la FAO una superficie está deforestada si la cubierta arbórea se reduce a menos del 10% de la original. Por lo tanto si un bosque es restaurado técnicamente no habrá deforestación; pero la biodiversidad habrá recibido un golpe mortal. Evidentemente habrá vida en ese bosque, pero será un sistema extremadamente simplificado, ya que dentro de unos cuantos años volverá a ser talado. Además la repoblación forestal y la creación de áreas protegidas se dan principalmente en los países del Norte rico, precisamente donde existe menos diversidad.

La historia de la agricultura es la historia de la deforestación. El hombre siempre ha cortado árboles, para cultivar, construir casas y barcos, calentarse, fundir metales, etc. Y está claro que también ha causado desastres ecológicos en el pasado. Pero se trataba de una actividad proporcionada a la población y al desarrollo productivo. Con el colonialismo esta actividad sube a un nivel más alto. En las tierras sobre las cuales las potencias coloniales tenían un completo dominio se empezó a cultivar extensivamente todo lo que podía ser útil en Europa: y para cultivar había que talar los árboles. Cuba era una inmensa selva en tiempos de Colón: ahora importa madera debido a la caña de azúcar que ha terminado con la flora local. Pero lo mismo ha sucedido con la goma, el cacao, el café, el plátano, etc. Cada vez se destruía un mayor número de superficie forestal, y numerosas poblaciones, a menudo importadas como los negros en América, eran obligadas a vivir en las plantaciones.

Naturalmente, allí donde la economía de las plantaciones fracasaba, incluso en épocas recientes, estas poblaciones perdían su única fuente de vida, y vuelve por tanto a la selva: pero ya no para volver a ser cazadores/recolectores, estadio cultural ya superado, sino para ejercer como campesinos, permanentes o itinerantes; típica de esta situación es la agricultura de tala y quema (slash and burn), que consiste en la explotación durante algunos años de los terrenos deforestados, para posteriormente pasar a otros cuando agotan su fertilidad, lo cual sucede muy rápidamente. Pero estos campesinos sólo son culpables aparentemente. Los verdaderos beneficiarios de este fenómeno que se está desarrollando ante nuestros ojos son las compañías madereras, en primer lugar, y luego los ganaderos, que en países como Brasil producen carne de baja calidad para satisfacer la demanda de las hamburgueserías. Y los gobiernos respectivos no han hecho otra cosa que incentivar estas tendencias, bautizadas eufemísticamente como «mejoras».

No creemos necesario alargarnos más sobre la importancia de las selvas tropicales. Estos bosques albergan la mayor parte de las especies existentes, comprendidos los progenitores de una gran parte de las especies cultivadas (caucho, cacao, mandioca, café, anacardo, vainilla, piñas, granado, árboles apreciados por su madera, plantas medicinales y farmacéuticas importantes).Además tienen un efecto fundamental respecto a la producción de oxígeno, la erosión y el efecto invernadero. Defenderlos es defender a la humanidad de los desastres ecológicos.

Otro aspecto, a menudo ignorado, afecta a la población: lo que podríamos llamar biodiversidad cultural. En Tailandia los habitantes de una aldea en la selva comen 295 especies distintas deplantas, y usan 119 como fármacos. La OMS calcula que en el mundo las poblaciones tribales usan unas 3000 especies de plantas solamente para controlar los nacimientos. Pero también está desapareciendo este recurso: las fuerzas combinadas del exterminio físico (masacres que están sucediendo incluso ahora) y del exterminio cultural (la así llamada «civilización» de los pueblos «primitivos») están aniquilando estas poblaciones, sus lenguas, sus conocimientos, que nuestra presunción considera atrasados e inferiores, y que sin embargo son parte integrante de la biodiversidad humana.

El mundo que ha construido la burguesía se caracteriza por su tendencia a la uniformidad, la homologación, la macdonaldización. La facilidad de los transportes y de las comunicaciones ha permitido el desplazamiento de germoplasma, y en lugar de enriquecer la diversidad, la ha reducido, ya que cualquier genotipo con valor arrincona e incluso hace desaparecer un gran número de especies. Los trigos de alto rendimiento son como las cadenas de tiendas Benetton o Lacoste: al principio parece un enriquecimiento manifiesto, una posibilidad más para elegir; pero poco a poco todo el mundo va vistiendo igual, y los vestidos tradicionales desaparecen. La burguesía, que aparentemente es consciente del problema e intenta contenerlo, es absolutamente incapaz de hacer algo para resolver esta situación; no por falta de conciencia, sino porque las fuerzas económicas que la gobiernan lo hacen imposible. Es inútil hacer un elenco de las iniciativas que deberían salvaguardar el germoplasma, y que sin embargo sólo sirven para allanar el camino del Norte rico hacia los recursos genéticos del Sur pobre, debido a la habitual y única razón-religión: el beneficio. La burguesía es incapaz de controlar, como el aprendiz de brujo, las fuerzas que ha invocado. Sólo una sociedad sin clases puede disfrutar de unas condiciones socioeconómicas que permitan acabar con las plagas abiertas por la sociedad de clase. Solamente ese tipo de sociedad sin clases podrá disfrutar del verdadero conocimiento, la verdadera ciencia.

Source: «La Izquierda Comunista», noviembre 1998, n° 9, pp.1-8

[top] [content] [last] [home] [mail] [search] [webmaster]