El pretexto Kosovo
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EL PRETEXTO KOSOVO
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El pretexto Kosovo
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El pretexto Kosovo
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Los bandidos imperialistas se lanzan encarnizadamente sobre el cadáver yugoslavo como hienas enfurecidas, que no reparan con tal de obtener un bocado mayor.

Pero la crisis en los Balcanes no es más que la aproximación de la crisis más general del capitalismo mundial. Éste se demuestra impotente para desconjurarla precisamente porque está regulado por leyes económicas que alimentan y no amputan el cáncer que lo atenaza, la crisis general de superproducción: ningún nuevo orden, ninguna nueva repartición, incluso si respeta las cambiantes relaciones de fuerza, podrá eliminar la inmensa masa de capital que aplasta cada vez más la economía mundial.

La región balcánica es una zona que se ha saltado la fase histórica de la formación de los Estados nacionales; estirpes sin perspectiva histórica son desde hace tiempo el campo de acción del bandidaje internacional; las débiles pero muy ávidas burguesías locales sirven a los patrones de turno empleando todo tipo de medios en la repartición de la plusvalía extraída a la clase obrera.

La Europa de Yalta ha terminado con la caída de la Unión Soviética, las relaciones de fuerza sancionadas en la segunda guerra mundial mantienen hoy a duras penas un aspecto formal, garantizado por el extrapoder militar estadounidense. Entonces los USA detentaban más del 40% de la producción mundial de mercancías, hoy se ha reducido a la mitad, de la cual gran parte es absorbida por el mercado interno. Rusia, sobre la cual se basaba el condominio americano sobre Europa, está hoy fuera de juego, la crisis tremenda de su capitalismo de Estado le ha hecho retroceder enormemente. América para contener el nuevo empuje alemán debe hoy pasar del viejo padrino, y visto que es inutilizable, vale más arrancarlo lo más posible. Hoy América juega sola, sin aliados de rango, en todos los campos, donde puede poner el pie, siguiendo el viejo dicho de que quien antes llega mejor se aloja y más difícilmente se va.

El imperialismo alemán, que salió derrotado en la segunda guerra está nuevamente en escena. Su milagro económico no tiene nada de milagroso teniendo el numeroso y disciplinado proletariado alemán, integrado por millones de inmigrantes, que han proporcionado sudor y sangre para los vertiginosos ciclos de acumulación del capital, sobre un terreno convertido en virgen por las destrucciones inmanentes. No son las fábricas, no son las maquinarias la verdadera potencia del capital, sino su capacidad de tener a la humanidad esclava del salario; es el trabajo asalariado la fuente de plusvalía a poner en manos de la divinidad del capital.

La penetración del imperialismo alemán en los Balcanes es nuevamente fuerte y vigorosa, ocupa el primer puesto en exportador de mercancías en todos los países excepto en Eslovenia, donde sin embargo figura Austria en primer lugar, que puede considerarse un apéndice alemán, y en Bulgaria donde la presencia rusa, ligada a los tráficos sobre el mar Negro de materias primas, es todavía dominante. En segunda posición en cuanto a exportaciones, excepto la República Checa y Hungría, encontramos a Italia. Los Estados Unidos ocupan posiciones marginales. También en el campo de las inversiones directas Alemania tiene un papel protagonista, Italia retoza en posiciones de cola mientras los USA conquistan el segundo lugar, con progresión durante años.

La presencia política de Alemania en el área está destinada inevitablemente a crecer, pero debe encontrarse en primer lugar con el gendarme del orden imperialista constituido, los Estados Unidos de América y en segundo lugar debe liberarse de la pesada carga ideológica de nación derrotada, «culpable» de haber desencadenado el segundo conflicto mundial. No por casualidad la diplomacia alemana se mueve con determinación pero sin la vulgaridad de sus colegas europeos, franceses sobre todo: demasiado alboroto supondría un contragolpe en su política interior, despertando al proletariado que, recordando la carnicería pasada, podría reemprender el camino del antimilitarismo clasista.

La crisis de los Balcanes hoy se traslada de Bosnia a Kosovo. Es cierto que el estado de crisis en la región se ampliará hasta el ajuste de cuentas final: o en el sentido burgués, con una nueva guerra imperialista, o en el sentido proletario con la revolución comunista.

Con los acuerdos de Dayton la diplomacia americana había sellado su propio éxito: Croacia quedaría en una órbita no alemana sino americana, mientras que en Bosnia se instauraría de hecho un protectorado militar. La estrategia americana, desaparecido el padrino ruso, tiende, para tener lejos al rival alemán, a crear por todas partes relaciones bilaterales, involucrando incluso, tras una adecuada compensación, algún fiel (depende de la compensación) aliado. Albania es un ejemplo de ello: Italia juega el papel de primera dama, pero el placet viene del otro lado del océano; la burguesía italiana se muestra valiente en las relaciones, pero debe depender de USA en todo lo que respecta a la fuerza militar.

Serbia representa la pieza importante, si no la fundamental en los delicados equilibrios balcánicos. En el choque de todos contra todos, todos los imperialismos están contra Serbia, no porque quieran su desaparición, sino porque cada uno busca hacerla pasar bajo su influencia, o para impedir que pase bajo la de los demás.

Rusia, tradicional padrino del país, ve sus posiciones de renta disminuir lentamente, el apoyo militar que podría proporcionar es bien poca cosa contra Italia y Alemania que reivindican su papel autónomo fuerte por las inversiones hechas; Francia, como es tradicional, apoya el orden establecido, recompensada por un pedazo del patrimonio estatal en subasta.

Los Estados Unidos deben mantener su puesto de patrón indiscutible, aunque es posible que en esta ocasión no consigan completamente su objetivo. En primer lugar los USA se encuentran frente a un estado serbio entrenado en el ejercicio del poder durante más de 50 años, por mandato ruso-americano tras los acuerdos de Yalta, rigiendo los destinos de Yugoslavia en clara función anticroata y antieslovena, incluidas históricamente dentro del área de influencia alemana.

La estrategia militar a base de bombardeos estratégicos, en segundo lugar, es poco creíble si no va ligada a un despliegue masivo de fuerzas. Los bombardeos podrían hacer vacilar o incluso hacer caer al régimen actual, pero aparecería inmediatamente otro de características similares que garantice la estabilidad en la región, y sobre todo el dominio del capital sobre el proletariado. La administración estadounidense ha alentado a la 'oposición' dentro de Serbia, y un ejemplo de ello es el millonario serbo-americano Panic, pero muy difícilmente podría tomar las riendas del poder en una nación humillada y peor aún en pleno fermento social.

El hundimiento total de Serbia pondría en movimiento fuerzas hoy imprevisibles dentro de un complejo juego de equilibrios. Desde Macedonia a Montenegro, desde Bosnia a Kosovo, sin excluir a Hungría y Bulgaria, se entraría en una espiral de guerra.

El bombardeo por tanto es insuficiente y peligroso, una ocupación militar sería necesaria pero está en duda si el potencial bélico americano puede permitirse el coste de la operación (al menos 40.000 hombres) y reclutar del mercado de siervos fieles las tropas complementarias necesarias. Además seguiría el enorme riesgo de ver a las tropas envueltas en una guerra de guerrillas, algo peligroso desde el punto de vista social en Yugoslavia y Europa.

En Kosovo la larga mano del imperialismo ha avivado el fuego para ejercer una presión sobre Serbia y obligarla a elegir un nuevo protector, aprovechando el hecho de que en toda la región balcánica la crisis económica ha reabierto heridas nunca cerradas, viejos conflictos entre comunidades, y sobre todo ha empeorado las condiciones de vida del proletariado.

Un irredentismo gran-albanés no ha existido nunca, desde Diocleciano en adelante los pueblos ilirios nunca han sentido la necesidad de dotarse de una entidad definida. El capitalismo ha abierto una brecha en la región de manera exógena y la formación de un estado nacional en sentido revolucionario, que rompiese las antihistóricas, respecto al modo de producción capitalista, barreras feudales no ha existido nunca. Las estirpes albanesas, como otras de la región, no tienen perspectiva histórica, y vagan manejadas por este o aquel imperialismo sin poder plantear la resolución nacional de su atraso.

Kosovo, habitado de manera creciente por albaneses, representa una nacionalidad oprimida por un imperialismo de segundo orden como es el serbio. Pero que quede claro que los residuos de cuestiones nacionales en Europa son ya irresolubles y, como han demostrado dos guerras mundiales, cualquier desviación de la vía de la revolución comunista, desplazada por el apoyo proletario a las causas de las nacionalidades oprimidas, es una traición tanto a estas como a la causa proletaria pura. Desde siempre todas las burguesías han intentado desviar, con la complicidad del oportunismo, cualquier movimiento proletario hacia reivindicaciones interclasistas, hacia la unión sagrada, hacia desmentidas reivindicaciones patrióticas y nacionalistas.

El fermento social, que entre altibajos, continúa en Kosovo desde hace al menos veinte años ha sido utilizado recientemente por los bandidos imperialistas. Medios económicos, armas, uniformes, mercenarios y una fuerte propaganda en los medios de información han transformado el malestar social en un instrumento de la política entre las potencias. Utilizamos el término malestar social porque seguramente éste es la resultante de fuerzas diversas, en primer lugar la proletaria.

Pero parece que la cuestión se les haya escapado de las manos a los imperialistas, los cuales tras atizar el incendio, intentan ahora controlarlo con dificultad. El último aspecto de las dificultades estadounidenses es una convergencia de intereses entre Francia, Alemania, Rusia e Italia, dispuestas a apoyar a una Serbia no humillada y sin que le sea amputado Kosovo.

Tras los acuerdos de octubre las potencias interesadas se habían repartido la tarea de verificar el cese del fuego. Un tropel de «observadores» desarmados (verdaderas y auténticas vanguardias de la intervención en el campo de batalla) se ha desparramado en la zona: americanos, italianos, rusos, alemanes y franceses. En la vecina Macedonia ha sido establecida una fuerza de «socorro» que debería asistir a los observadores si las cosas se ponen feas. Los mandos y la composición de las fuerzas revelan que América no juega un papel preponderante ya que cada imperialismo ha mantenido una cierta autonomía, y como todos los bandidos se ponen de acuerdo para poner la zancadilla a los demás.

Los kosovares, según los intereses del imperialismo son presentados como fieros guerreros que desafían todos los peligros por la causa de la libertad o bien, como ha sucedido en la prensa italiana, rebeldes armados a través del contrabando de armas. Añadamos otro pequeño inciso acerca de la propaganda aparecida en los medios de prensa italianos: todos los desesperados que desembarcan en las costas de Puglia serían kosovares, consecuencia inmediata de la guerra. Esto es una falsedad consciente ya que la frontera entre Kosovo y Albania es de acceso difícil y está completamente minada, y además son necesarios muchos días para atravesar las montañas que hay entre Kosovo y el Adriático. Está claro que las mentiras periodísticas sirven para preparar los ánimos a una no imposible intervención italiana, justificada con el «problema de los prófugos».

No sólo echa agua en el fuego la propaganda, ya que también se han adoptado otro tipo de medidas sobre el terreno: la agencia Reuters indica la presencia de convoyes de la policía serbia precedidos de jeeps americanos pintados de naranja, el color oficial de la misión de la OCSE. Todas las cancillerías habían alabado la moderación serbia condenando el «terrorismo» del ELK tras el secuestro de ocho policías serbios, violando los «acuerdos». Usar el término «hacer prisioneros» hubiese significado reconocer un papel equivalente entre el ELK y las fuerzas serbias.

La burguesía serbia, entre tantos protectores previos al ataque de la OTAN, intenta cumplir su papel de pequeño imperialismo llevando a cabo la masacre de Racak. En un contexto en el cual ningún imperialismo se presenta como capaz de dictar sus normas a los demás, el imperialismo serbio ha jugado su carta a través de masacres de civiles ante los ojos de todos. Las reacciones demuestran lo enredada que está la cuestión, la fetidez del gobierno de izquierda italiano y la mala posición de los americanos, cosa que ha aprovechado la burguesía serbia para llevar a cabo su política imperialista de segundo orden.

Los sucesivos debates acerca del proceso de paz se han celebrado en Europa, en concreto en París y no en Dayton. El ministro Dini ha sido muy explícito declarando a este respecto que, al estar Kosovo en Europa, sería Europa quien debería resolver el problema. La conferencia de paz en tierra francesa para la «pacificación» de la región de Kosovo, muestra lo veleidosas que son las ambiciones imperialistas de Europa que debe moverse unida a América. Los ataques de la OTAN a Serbia son la prueba de que los americanos no han sido capaces de atraerla totalmente bajo su órbita. Pero el peor papel en todo este asunto lo ha desempeñado la burguesía francesa cuyos periódicos hablaban de la posibilidad de que la matanza de civiles fuese obra del mismo ELK para obligar a la OTAN a intervenir. Esto tiene precedentes en Bosnia y en todas las guerras imperialistas, pero en esta ocasión las mismas autoridades serbias han reconocido su participación. El periódico «comunista» Il Manifesto demuestra bien para que sirven las decenas de miles de millones de financiación estatal, retomando a pies juntillas la tesis francesa: como se sabe la burguesía itálica pone el pie en tres zapatos, eligiendo el más cómodo en el mejor momento.

No podemos hacer previsiones acerca del equilibrio de fuerzas futuro en la región ya que la situación se mantiene muy fluida dentro de las líneas tendenciales. Los distintos imperialismos dan giros inesperados, mientras la propaganda alaba o condena a los carniceros según los intereses en juego.

La mayor incógnita es la de comprobar si el imperialismo europeo en su conjunto conseguirá expresar una posición antiamericana o se asistirá, como está sucediendo hasta ahora tras varias semanas de bombardeos sobre Yugoslavia, al reparto del territorio bajo la supervisión del gigante de ultramar.

La naturaleza del imperialismo sigue siendo la misma, dominio del capital sobre el proletariado, y unión de todas las burguesías a la menor amenaza de guerra social. Podría darse el caso de que después de establecerse una paz transitoria en la región, sea necesaria una intervención armada externa para imponer dicha paz, necesaria para que produzcan las instalaciones hidroeléctricas y se produzcan beneficios y plusvalía de las riquezas mineras.

Las recientes y vigorosas huelgas en la región balcánica, que han comenzado con las luchas de los mineros rumanos, de la industria química en Bulgaria y de los ferroviarios en Macedonia demuestran que el imperialismo y sus guerras están contra el proletariado y su guerra de clase emancipadora.

Source: «La Izquierda Comunista», Número 10, Mayo 1999, S.28-31

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