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LOS DIOSES TIENEN SED
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Los Dioses tienen sed
«La guerra ya está aquí»
Las torres de Babel
Casus Belli
La ruta de la seda... y del petróleo
Es la tercera guerra mundial?
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Los Dioses tienen sed
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Periódicamente los Dioses del Capital tienen sed de sangre y exigen un colosal sacrificio de proletarios de todos los países. Pero si por un lado el capitalismo está repleto de guerra, por otra los burgueses no pueden producirla a voluntad, debe madurar a su debido tiempo ligada a la crisis económica general y a su preparación particular, que es material, diplomática y social.

La guerra ya está aquí
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Es preciso quitar de en medio la falsa alternativa paz-guerra, en la secular continuidad de la crisis mundial degenerativa del capitalismo senil, por encima de la visiones estratégicas más generales y de los análisis económicos contingentes. «!Pero la guerra ya está aquí¡» han dicho a coro. No nos asombra, es una tesis nuestra que venimos defendiendo desde mucho antes del ataque a las «torres gemelas»: el capitalismo es guerra siempre, incluso cuando se finge pacífico, entre Estados, entre capitales, entre empresas, entre clases. La guerra de todos contra todos. En toda esta segunda posguerra, y así la llaman, la guerra nunca ha cesado, ni tampoco la carrera de armamentos. La amenaza de guerra está presente por todas partes. ¿Es preciso volver a plantear que «la guerra es la continuación de la política con otros medios», también y especialmente para los modernos imperialismos?

Los expertos militares burgueses occidentales se plantean el problema de definir las leyes, las tácticas y las estrategias de este nuevo tipo de conflicto elaborando el concepto de guerra asimétrica. Antes que ellos, tras la guerra de Kosovo, los militares chinos habían estudiado la guerra sin cuartel. Está claro que tanto al Este como al Oeste la burguesía abandona las fórmulas hipócritas de guerra humanitaria y de peace keaping volviendo al viejo tipo de guerra de aniquilamiento y de terror en los conflictos interestatales, aplicándose también a las organizaciones e individuos que se niegan a aceptar la ley del más fuerte y más en general el orden capitalista.

De esta manera han inventado la guerra al terrorismo, expresión sin sentido ya que el terrorismo es sólo un instrumento, una táctica militar, que todos pueden usar y usan, no un enemigo, un objetivo, una fuerza a la que derrotar. Pero que se adecua muy bien a la permanente exigencia de ciega destrucción propia del Capital. Al igual que existen las infiltraciones de los terroristas, el enemigo del Capital está dentro del mismo Capital, más peligroso y hostil cuanto más productivo es, en términos modernos, occidental (!pero actualmente Occidente ya es todo el mundo, incluido el Islam¡); su frente de batalla es difundido por la superproducción de su hipertrófico aparato capilar de producción y distribución global. Su real adversario histórico no debe buscarse en pueblos de color, confesiones religiosas o naciones de ultramar, ya que está en su interior, es la clase obrera, que es inmolada para conservar el Capital, una clase obrera que aunque lo ignore es portadora del Comunismo que - objetivo y material - aparece tras la cada vez más innoble e idiotizante cortina mediática. Al igual que la actual guerra contra el terrorismo, las guerras imperialistas no tienen un frente, una estrategia, un propio objetivo geo-histórico que no sea la destrucción indiscriminada de mercancías y de fuerza de trabajo en todos los continentes.

Es la clase obrera quien se retrasa en la aceptación del desafio, encajando golpes en la guerra que incesantemente desencadena contra ella el Capital, perdiendo terreno, desorganizándose sin poder reagrupar sus ejércitos ni tan siquiera con fines defensivos contra el empeoramiento de sus condiciones. Dispersada y aterrorizada por los gritos del enemigo es engañada fácilmente siendo empujada ante los cañones. Moralmente la clase está inerme si le falta su partido.

Privada como está de la orientación histórica que detenta solamente el partido marxista, la clase obrera no puede comprender ni responder a la verdadera guerra sicológica a la que es sometida, y cuyos nauseabundos productos tenemos a la vista. El régimen recurre a todos los expedientes típicos de la propaganda bélica, utilizando sin tapujos los prejuicios raciales y religiosos más asquerosos. Otra vieja tesis del comunismo de izquierda es que, para formar la parafernalia belicista, los estados democráticos se encuentran perfectamente preparados, y la libre representación popular no escapa a una auto-censura de guerra: en el Corriere della Sera no han dudado en recurrir incluso a un Padre de la Patria premio Nobel como Dario Fo.

Las torres de Babel
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Tras el crack de 1929 los magnates financieros arruinados se arrojaban por las ventanas de sus oficinas de Manhattan. Esta vez han sido los mismos palacios los que han caido, con sus moradores, burgueses y proletarios. El monumental derrumbe del Centro de los Tráficos Mundiales, centro real dentro de la orgullosa simbología capitalista, representa muy bien el drama de una humanidad trabajadora que, oprimida por el poderio del Dinero y el Beneficio, ha perdido cualquier definición real y simplemente humana, y golpeada por esta inversión de los símbolos, no consigue trabajar, ni tampoco vivir, conjuntamente.

El comienzo de la fase recesiva de las producciones a nivel mundial ha precedido a los aviones-bomba sobre Nueva York: han llegado en el momento justo. Con la crisis también en EEUU, ningun área capitalista está en grado de tirar de la economía; tampoco convence la tentativa de constituir un polo económico-productivo europeo que le haga la competencia a América. Mientras tanto las repetidas crisis bursátiles, arruinando a los pequeños ahorradores, empujan a la concentración de los mayores grupos financieros.

Al igual que sucede con los pueblos primitivos en los que basta con invocar al agua de lluvia, en el capitalismo basta con llamar a la guerra para que repentinamente las bolsas se recuperen; el tónico de una amenaza bélica basta para tranquilizar a los asustados inversores y a los cínicos manipuladores de capitales. Para quien posee tanto dinero, allí donde hay guerra se puede ganar mucho más.

Y guerra quiere decir economía de guerra. Hay que rehacer todos los cálculos. No importa que la guerra no se haya declarado, que no se sepa ni siquiera contra quien se hace. Qué mejor ocasión para desvincularse de los compromisos comerciales con los competidores, para justificar con la emergencia cualquier subvención y asistencia estatal a los capitalistas, precursoras de nuevos proteccionismos y aislacionismos. La fuerza vuelve a jugar su papel, para quien puede hacerlo, sobre la economía. La guerra es una rama de la industria, que disfruta de un mercado particularmente protegido: si lo protege.¡Y qué mejor ocasión para cargar al enemigo talibán quiebras ya anunciadas de antemano, como las de algunas compañías aéreas!

Casus Belli
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Parece que los investigadores han encontrado las pruebas de culpabilidad, cosa increible, casi un día después, tanto de los ordenantes, cómplices y ejecutores de la masacre;¡parece que lo sabían con antelación! Da la casualidad que la mayoría de los autores era de nacionalidad saudita, de ese pseudo aliado pérfido y dificilísimo situado en el Golfo Pérsico, pero que tiene en sus manos la facultad de controlar el río de petróleo que es la sangre del capitalismo, y de la guerra. Y tampoco han sido reclutados entre las miserables masas árabes aplastadas por la miseria y la explotación, sino que provenían de altos estratos del cuerpo social.

Se descubren las responsabilidades del terrorismo islámico, ayer usado sin prejuicios contra otros depredadores, y ahora amenaza de la civilización occidental. Esta guerra, disfrazada con diversos planteamientos estratégicos, se está acercando a su verdadero objetivo, aunque se presente paradójicamente bajo la forma del ataque de una superpotencia que posee un armamento inimaginable destinado a una banda de forajidos y asesinos que hasta ayer mismo eran apoyados para desestabilizar la influencia del imperialismo soviético en la zona. Una acción aceptada,¡cómo no! con el aparente acuerdo del resto del mundo que se doblega ante el llamamiento del amo.

Una vez que los riesgos de desestabilización de todo el área, que han aconsejado después prudencia tras el inicial tono militaresco de los actores de Washington, han sido evaluados y aceptados, que el aparato logístico se ha puesto a punto, que los intereses de los diversos lobbies estadounidenses más o menos favorables al conflicto están convenientemente representados, la sangrienta representación contra la hidra terrorista ha comenzado.

No tiene ningun importancia que los estudiantes islámicos (¡estudiantes¡) hayan sido hasta ayer armados, mantenidos, sostenidos y defendidos; no importa que desde allí salga la mitad de la producción mundial de droga, que parte de los ingresos de ese comercio mortal hayan sido, y lo sigan siendo todavía, utilizados para financiarse esa Inteligence que pretende combatir por la libertad de Occidente.

Por eso, la así llamada Alianza del Norte, que no son otra cosa que satrapías criminales y corrompidas al igual que sus adversarios los estudiantes de teología privados ahora del apoyo militar y financiero americano, se ha convertido mediante un extraordinario coup de teatre en los nuevos paladines de la restauración legal en Afganistán.

La ruta de la seda... y del petróleo
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El marxismo revolucionario analizando la acción militar del 11 de septiembre en cielos americanos, por encima de la huera alternativa entre absolución-justificación, estudia los fenómenos para comprenderlos y actuar. Y en el caso específico que nos ocupa, es necesario comprender qué determinantes históricos han conducido a esa acción y qué efectos podrá tener sobre los equilibrios entre Estados y sobre las relaciones entre las clases sociales fundamentales.

El inevitable declive de la potencia económica americana, como sucedió con Inglaterra, le obliga a elaborar una estrategia para afrontar los graves problemas geopolíticos que se abren en la inmensa área euroasiática, un triángulo cuyos vértices son los Balcanes, Oriente Medio y el Caspio, con su prolongación caucásica hacia occidente y desde Asia Central a Oriente. Desde estos polos se irradian poderosas ondas perturbadoras que se transmiten por toda la región.

La subdivisión del Estado yugoslavo en los Balcanes; la falta de solución a la cuestión nacional en Oriente Próximo, con el debilitamiento progresivo del Estado mercenario de Israel que no es compensado por el eje Tel Aviv-Ankara; el desmenuzamiento de las oligarquías de los estadillos árabes sometidos a Occidente, todos estos factores han obligado a los USA a intervenir directamente en 1991. La burguesía estadounidense es consciente de la vulnerabilidad de sus propios intereses en Asia Central, en donde se ha creado un vacio de poder tras el hundimiento de la URSS, que intentan llenar los EEUU.

Asia Central es la segunda reserva mundial de energía y en lo que respecta al gas está a la altura de Oriente Medio. Teniendo en cuenta la alta inestabilidad de los países del Golfo Pérsico es prioritario para los países imperialistas conquistar una ventaja decisiva en la producción y el control de las vías de acceso al mercado. El segundo aspecto liga directamente la cuestión del Caúcaso-Caspio-Asia Central con la balcánica: quien controle los accesos coge del cuello al adversario. Por eso se dan los choques entre USA-Europa en los Balcanes y USA -Rusia y USA-Irán en Asia Central. Pero hay que señalar que tampoco China quiere correr el riesgo de quedar marginada en Asia Central.

Hasta el 10 de septiembre el instrumento principal de penetración en ese área estaba constituido por Pakistán-Afganistán, utilizados para desestabilizar las repúblicas ex-soviéticas de la zona y también Chechenia. Unos de los primeros efectos de los atentados sobre Nueva York y Washington ha sido el acercameinto USA-Rusia que se concretizará en una alianza estratégica que tendrá efectos contra Europa en occidente y contra China en oriente. En al menos dos frentes de los tres vértices del triángulo, Europa y USA chocan, en particular los Balcanes y Oriente Medio. Es probable que una alianza Rusia-USA a la larga abra un nuevo frente en Asia Central.

Europa, que ha pagado un primer precio en términos económicos debido a las maniobras bursátiles de los inversores institucionales americanos, se ha ofrecido, por exceso de avidez, a servir incluso militarmente aceptando una interpretación amplia del artículo cinco del tratado de la OTAN desde el día 12. Como es habitual le tocará al proletariado europeo pagar el valor del cheque en blanco emitido por su burguesía en favor de los Estados Unidos, una burguesía europea que desde 1945 se doblega ante el knut americano.

¿Es la tercera guerra mundial?
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Aunque el derrumbe de las torres de Manhattan ha golpeado duramente las ilusiones colectivas de la burguesía mundial, que durante unos breves instantes ha creido que llegaba el comienzo del hundimiento de su sistema económico, no ha cambiado nada en la dinámica económica del ciclo capitalista y en el marco general de las relaciones de fuerza interimperialistas. Nos hallamos en la fase del reposicionamiento de las potencias imperialistas en el tablero mundial, con el habitual bailecillo de alianzas que se deshacen con facilidad, y que son dinámicas históricas que están ya en acción con una enorme inercia interna.

La próxima guerra intercapitalista no será precisamente la de la guerra santa del Islám. Para que la guerra entre los Estados vuelva a darse es necesario esperar la fase histórica de la crisis catastrófica y del rearme de los Estados vencidos en la segunda guerra mundial, del resurgimiento del militarismo a escala mundial. En ciertas fases y zonas podrá asumir caracteres de la Yihad, pero en sustancia será una guerra del capitalismo y para el capitalismo en ambas partes.

Siempre bajo la égida del choque entre el Bien contra el Mal, donde en realidad Bien y Mal no son más que la expresión del mismo cínico y sanguinario deseo de guerra, de rapiña y de explotación del trabajo asalariado.

O revolución proletaria internacional, o tercera guerra imperialista mundial; o guerra entre las clases, o guerra entre los Estados.

Source: «La Izquierda Comunista», N. 15, Noviembre 2001

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