El alcance de los más recientes acontecimientos es tan impresionante, que parece justificar un reexamen de todas las posiciones críticas acerca de la naturaleza del desarrollo del mundo moderno, incluso por parte del movimiento de vanguardia de la clase trabajadora. Basándose en esta necesidad y en el caos producido por las repercusiones de la guerra especulan los exponentes de las tendencias oportunistas – expresión de la influencia burguesa sobre la ideología del proletariado –, con el fin de despedazar en las manos de éste, antes de las armas materiales, las de su crítica revolucionaria.
Según el planteamiento critico formulado por el marxismo, el moderno sistema económico y de gobierno de la burguesía capitalista, describiendo en la historia una enorme parábola, surge del derrocamiento revolucionario de los regímenes feudales, efectúa la liberación de imponentes fuerzas productivas surgidas de los nuevos recursos técnicos a disposición del trabajo humano, y permite a estas, primeramente un ritmo cada vez más vasto, una expansión irresistible en todo el mundo conocido, pero, en un cierto estadio del desarrollo, no puede más contener en sus esquemas de organización social, estatal y jurídica estas enormes fuerzas, y cae en una crisis final por el revolucionario prorrumpir de la principal fuerza de producción, la clase trabajadora, que realizará un nuevo orden social.
También, según el marxismo, la vía a través de la cual esta clase alcanza su puesto de nueva protagonista de la historia es la de la organización de esa en partido político, depositario de la teoría crítica revolucionaria, que encuadra las fuerzas opuestas a la clase dominante, y las conduce en lucha contra ésta hasta la guerra civil, hasta la instauración de la dictadura del proletariado, que realizará la transformación del viejo mecanismo económico.
¿Son todavía válidos estos planteamientos? O por el contrario, como se ha sostenido desde tantas partes en todos los grandes giros de la historia contemporánea, y como más que nunca hoy se sostiene, los eventos obligan a valorar de manera diferente estas abiertas antítesis entre fuerzas sociales y épocas históricas opuestas, e indican al proletariado, sobre todo en el cuadro de las tremendas formaciones de fuerzas materiales ofrecidas por la guerra, otras perspectivas y otras exigencias más urgentes que las de la superación definitiva del sistema burgués, perspectivas y exigencias que le inducen a asociaciones de fuerza con grupos políticos y nacionales de la clase dominante.
El interrogante, en los estadios históricos que precedieron a los colosales choques militares, estaba puesto en términos muy diversos, pero conducía siempre a apartar la orientación clasista de los estratos más resueltos de la clase trabajadora.
La sociedad burguesa parecía encaminarse, con el aumento de su riqueza y con la difusión de nuevas necesidades y de nuevos medios para satisfacerlas, hacia una forma más alta de la llamada vida civil; entonces, siempre tras una revisión de la diagnosis revolucionaria marxista, se preguntaba sugestivamente si no era posible evitando el sangriento epílogo de la guerra de clase, insertar en una placida y gradual desaparición de la sociedad burguesa el nacimiento de la nuevas fuerzas de la sociedad del trabajo.
Ante estas recientes y viejas dudas criticas, volvemos a presentar en sus términos esenciales la posición crítica propia del partido de clase del proletariado a la altura de los datos de estos nuevos tiempos.