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EN AFRICA NO SE DAN GUERRAS TRIBALES, SINO GUERRAS ENTRE LOS COLOSOS CAPITALISTAS


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En Africa no se dan guerras tribales, sino guerras entre los colosos capitalistas
Mínimo cuadro estadístico
Las zonas francas
Francia y USA
Los USA en Zaire
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En Africa no se dan guerras tribales, sino guerras entre los colosos capitalistas

Cuando tuvieron lugar las grandes masacres en Ruanda los aparatos de información de la burguesía en cada país, que emotivamente podemos definir como de reidiotización pero que, más correctamente habría que definirlos como de coerción ideológica, nos explicaron que allí, en el corazón de la atrasada y tribal Africa negra, se trataba de choques étnicos entre hutus y tutsis, con un carácter aún más primitivo que la cuestión bosnia o la del Cuerno de Africa.

En nuestra prensa («Detrás del drama de Ruanda están las infames intrigas imperialistas», «La Izquierda Comunista» № 2) explicamos a los lectores y a los proletarios que nos siguen que las diferencias étnicas habían sido utilizadas y exasperadas primero por el colonialismo alemán, y después por el belga y el francés, con el fin de controlar mejor los territorios africanos y sus negocios en aquellas tierras, otorgando a la minoría tutsi el papel de policía y administrador local durante la ocupación militar colonial, y sucesivamente en el periodo de la independencia democrática «vigilada», a la mayoría Hutu las riendas de la recién nacida república, despertando de este modo antiguos rencores.

Las multinacionales y las empresas europeas han utilizado hábilmente estas diferencias étnicas que ahora pueden encontrarse sobre todo a través de los documentos de identidad instaurados por los belgas, vistos los numerosos matrimonios mixtos consecuencia de varios siglos de relativa convivencia pacífica.

Superados los primeros momentos de pánico y tras reanudarse la desesperada peregrinación a través de campos y bosques, han comenzado a llegar los primeros informes de las Organizaciones No Gubernamentales y de las misiones cristianas, y de ellos se deduce que en lo que concierne al problema racial en este caso aparecen una serie de insólitas categorías étnico-sociales; uno puede llegar a ser Hutu o Tutsi según su condición social; un Tutsi pobre era tratado como un Hutu y viceversa un Hutu enriquecido lo era como un Tutsi. Entre nosotros esto no tiene nada de insólito; En una sociedad dividida en clases económicas el status económico elimina el ADN!

Ahora que la tensión se ha trasladado al vecino y mucho más importante Zaire y la reanudación de los choques étnicos a escala territorial y racial se hace cada vez más amplia, nos informan que existen también los banymulenge y los banyarwanda. Los primeros son poblaciones tutsis que se trasladaron voluntariamente hace dos siglos desde Ruanda y a quienes se retiró la ciudadanía zaireña en 1981, los segundos son ruandeses de cualquier etnia, sometidos durante la dominación colonial en la inmensa zona minera zaireña y que, tras haber sostenido al nuevo régimen Tutsi en Ruanda, ahora han tomado las armas contra el régimen de Mobutu.

La aparente explicación se ha hecho más sofisticada; estos últimos choques sangrientos lo son entre poblaciones francófonas y anglófonas. Nos arrodillamos y nos inclinamos ante la lingüística y la cultura, dejemos el machete y esgrimamos el diccionario.

Si retiramos esta hipócrita máscara descubrimos que en realidad se trata en este caso de una parte del plan estratégico del capitalismo americano que, actualmente y sin opositores de mención, se ha lanzado a la moderna conquista de Africa atacando a fondo en esta parte del continente la presencia del capitalismo francés, que históricamente ha sido el viejo patrón-gendarme. El viejo plan británico del siglo pasado para constituir una única colonia desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo pasando por la zona de los Grandes Lagos, y sucesivamente construir una línea ferroviaria uniendo los dos extremos del continente, según la visión omnipotente típica de un capitalismo joven y enérgico del siglo pasado, se está llevando ahora a cabo con una importante diferencia; este plan, estudiado y delineado por el capitalismo británico, en su época el más potente, ahora se está concretando en una vasta zona de influencia económica del capitalismo americano, una inevitable parábola entre viejos y jóvenes capitalismos antes de la revolución proletaria y del comunismo.

A través de esta lectura con clave económica podemos leer los choques que están teniendo lugar en distintos países africanos, dejando a un lado las cuestiones culturales y encuadrando las cuestiones étnicas y raciales.

Veamos ahora qué intereses económicos tienen en tierras africanas Francia y América, la primera defendiendo su zona de influencia y la segunda atacando, consciente de ser la única gran potencia sin rivales actuales, y sabiendo que debe aprovechar este momento particularmente favorable.

Mínimo cuadro estadístico

La ideología burguesa considera al individuo, su personalidad y voluntad como elementos fundamentales del desarrollo de la compleja trama de los acontecimientos humanos; de ahí deriva por tanto que también en las cronologías históricas los avatares de las más o menos grandes personalidades forman una parte determinante en sus argumentaciones. Según ellos son los individuos los que hacen la historia y no al contrario.

También en lo que respecta al fin de la influencia francesa en Africa se encuentra un planteamiento similar.
«En 1993–94, el Africa negra ha sido protagonista de rupturas históricas a distintos niveles; el fin de la tutela política y comercial de Francia sobre la parte francófona del continente que, con la muerte del jefe de estado de Costa de Marfil, Felix Houphouét Boigny (9–12–1993), ha perdido a su ‹padre protector›, mientras que con la devaluación del franco CFA (12–1-1994) ha perdido la confianza en un futuro común y ‹garantizado› por la ex-metrópoli colonial» («Stato del mondo», 1997, pág. 349).
(El franco CFA, Comunidad Financiera Africana, en circulación en 14 estados africanos, ha sido creado en 1945 para las colonias francesas más antiguas y extendido sucesivamente a las demás. Desde 1972 los estados africanos reivindican una mayor libertad monetaria hacia Francia; actualmente el franco CFA equivale a 1/100 del franco francés).

Nosotros fieles a nuestra escuela, relegamos al reposo eterno a ese ilustre desconocido, y centramos nuestra relación alrededor de los equilibrios creados por esta segunda argumentación, producida indudablemente por la crisis general capitalista que está sacudiendo todo el planeta:

«El aislamiento de gran parte del Africa considerado ‹inútil›, en cuanto que no tiene esperanza de integración, para la economía mundial; la apertura de mercados y de nuevas potencialidades – en particular en el sector petrolífero – del Africa ‹útil›, que se ha convertido en un campo de batalla de la concurrencia comercial sobre todo entre Francia y Estados Unidos; el fracaso de un «nuevo orden mundial», que, en el más pobre de los continentes, quiere afirmarse a través de un agresivo derecho de injerencia, falsamente altruista, experimentado con las modalidades de la operación ‹militar-humanitaria› en Somalia (…). El 12 de enero de 1994, la zona de influencia francesa en Africa decae definitivamente, en la forma y en la sustancia. En Dakar, capital de Senegal, reunidos bajo fuertes presiones de Francia, los representantes de catorce países africanos, entre ellos jefes de estado, han decidido la primera devaluación del franco CFA, cuya paridad fija e inmutable respecto a la divisa francesa estaba garantizada, desde 1948, por la dirección del tesoro del Ministerio de Finanzas de París. Tras presentarles el entonces ministro francés de cooperación, Roussin, la cruda realidad, los partner africanos de Francia han debido consentirlo, debido también al hecho de que Francia había renunciado a su propio papel como financiador de regímenes en quiebra que no aceptaban las directrices del Banco Mundial y del FMI (…). París, que desde hacia mucho tiempo ejercía como tutora exclusiva del Africa francófona, ha decidido llamar a la comunidad internacional al lecho de moribundo de su insolvente clientela a cambio de concesiones; en primer lugar «la adecuación monetaria» y por tanto la internacionalización de lo que había sido considerado como su ‹huertecillo›, mantenido desde antaño bajo un régimen exclusivo».

En estas líneas está la clave para comprender los conflictos actuales y los próximos «ajustes», donde francófono quiere decir en realidad la moneda francesa y anglófono dólar americano; la lingüística y la cultura aquí no pintan nada. Durante el condominio ruso-americano, que ha durado hasta la caída de la URSS, Francia en la segunda posguerra ha gozado de una especie de subcontrata geopolítica como gendarme de una parte consistente de Africa, pero una vez terminado este equilibrio ya no juega ese papel y se encuentra frente al gigante americano y a su hambre voraz de materias primas y de mercados, si bien actualmente son insolventes.

Las estadísticas sobre la deuda externa de los países «en vías de desarrollo» («Stato del mondo» 1996, p. 113) son impresionantes; el Africa subsahariana tiene una deuda externa equivalente al 400 % de sus exportaciones y unos intereses del 20 % de las exportaciones; además las inversiones extranjeras hacia los países africanos con rentas bajas son de origen público en un 99 % y de cuando en cuando los países prestamistas, los del G7 en la mayoría de los casos, han abonado una parte de las sumas aplazadas al Club de París (entes públicos y estatales). La cancelación de parte de los créditos, 3 mil millones de dólares en el bienio 1994–95 y una reducción de los intereses del 67 %, plantea evidentemente unos delicados problemas a los países industrializados, mientras los grandes bancos y entidades privadas que forman parte del Club de Londres, titulares también ellos de importantes créditos, oponen un rechazo obstinado a cualquier reestructuración de la deuda africana y de este modo la crisis «negra» vuelve como un boomerang hacia los países industrializados.

Estas facilidades posteriores son poca cosa respecto a los recientes datos de conjunto sobre Africa, excluida su parte septentrional, que indican una deuda externa en 1995 de 223,3 millardos de dólares y una tasa de crecimiento de la producción que va del 2,4 % de 1994 al 3,2 % de 1995, un poco superior a la tasa de crecimiento de la población que es del 2,8 %.

En medio de una orgía de datos, a menudo discordantes o realizados con métodos de cálculo diversos, con los que últimamente se trata de ocultar con una cortina de humo la verdadera profundidad de la crisis capitalista a nivel planetario, que para nosotros sinceramente está próxima a su desenlace fatal, es necesario señalar la hipócrita diferencia que han introducido entre Africa útil e inútil en el verdadero sentido capitalista del término, o sea explotable y productora de beneficios, o inexplotable por improductiva. En la economía capitalista, útil quiere decir útil para los demás.

En conjunto: «El Africa subsahariana comprende aproximadamente a unos 520 millones de habitantes y 51 estados y es el subcontinente menos desarrollado del planeta. Representa el 10 % de la población del mundo, el 2 % del PIB mundial (250 millardos de dólares, 90 de los cuales se los lleva la República Sudafricana), el 1,7 % de las exportaciones y menos del 1 % del valor añadido industrial, siempre a nivel del planeta. A partir de los años sesenta, el crecimiento ha ido reduciéndose progresivamente. La expansión en el PIB real ha pasado del 5,9 % al 4,1 % en los años setenta para caer al 2 % en el decenio siguiente, el Africa subsahariana conserva una economía rentista y se está marginando desde el punto de vista internacional».

La conclusión propuesta en la última frase no nos indigna como suelen hacerlo los bien pensantes pequeño burgueses, sino que nos hace soñar con un choque «directo» no en una confortable oficina de una metrópolis occidental sino en una aldea africana, y no frente a un ordenador sino empuñando un machete: ¿qué quiere decir «conserva una economía rentista», cuando millones de personas se mueren de hambre y de enfermedades provocadas por la desnutrición; o «Africa se está marginando» cuando ha sido abandonada a la deriva después de haberla despojado vergonzosamente de sus recursos? De esto no hablan nuestros analistas tan provistos de datos ya que su atención es exclusivamente de tipo contable.
«En el periodo 1988–1993 veintiún países han tenido un crecimiento positivo de su renta per cápita y veinte han retrocedido. Las exportaciones, que en términos reales habían disminuido un 0,3 % al año entre 1981 y 1987, han registrado un aumento del 4,4  % anual».

Aquí no explican qué condiciones y contratos comerciales se dan pero unas pocas líneas más adelante lo dejan entender:
«El aumento positivo del PIB per cápita (1986–1993) se ha verificado solo en seis países sobre veintinueve que han llevado a cabo reformas profundas (planes económicos del FMI). Los indicadores relativos a la sanidad y a la educación se han deteriorado tendencialmente, las exportaciones y las importaciones no han aumentado en valor y los déficits de pagos externos son elevados».
Pero la visión sigue siendo optimista; ¡todavía queda media Africa para estrujarla sin demasiados esfuerzos!

Las zonas francas

El programa de las grandes organizaciones internacionales, que resumimos de «Le Monde Diplomatique» marzo 1996, con el FMI, Banco Mundial y ONU a la cabeza, y además las instituciones para la cooperación en los países en vías de desarrollo de América y Francia, prevé la difusión masiva de las zonas francas también en Africa, versión actualizada de los puertos francos del imperio británico como Singapur o Hong Kong, instrumentos para crear desarrollo económico, inversiones e integración en la economía mundial; bonitas palabras que encierran una gran mentira.

El mecanismo, que ahora está empezando en Africa con una treintena de zonas que emplean sólo a 250 mil personas, es muy simple y está avalado por la experiencia de otras 250 zonas francas distribuidas en otros 70 países, de las cuales 100 están en América Latina y en el Caribe, y 65 en Asia. Dan trabajo respectivamente a 1,2 y a 3 millones de personas, de tal forma que ya se estudia cómo introducirlo en las zonas menos desarrolladas de Europa después del experimento piloto de la zona aeroportuaria irlandesa de Shannon en 1960.

Grandes capitales extranjeros, públicos y privados, se asientan en un país subdesarrollado que tenga las siguientes características: estabilidad política, adhesión a los programas económicos del FMI, unas infraestructuras mínimas, especialmente policiales, una red de comunicaciones o puertos accesibles a grandes navíos (las islas son los mejores sitios), una oferta de mano de obra a precio casi regalado y la posibilidad de cargar a otro la sistematización logística de la zona franca que frecuentemente absorbe las ganancias de casi dos años. Aquí nuestros grandes financieros implantan producciones «golondrinas», llamadas así porque son ligeras, muy móviles, con un bajísimo contenido técnico, frecuentemente peligrosas o nocivas, amortizables en uno o dos años y siempre dispuestas a desplazarse según las nuevas orientaciones estratégicas y de mercado. La mano de obra es exclusivamente local y el gobierno se empeña en exportar toda la producción que con frecuencia goza de un acceso privilegiado en la Unión Europea y en los Estados Unidos como forma de apoyo a las economías más débiles. Las demás ventajas para los capitales invertidos no son desdeñables: exención de todo tipo de tasas aduaneras para la importación y la exportación de las mercancías necesarias y de las producidas, exención durante 10 años en los útiles producidos y sucesivamente alícuotas fáciles y a menudo simbólicas, ningún control sobre los cambios y los movimientos de los capitales incluida la total reexportación, secreto bancario absoluto, tarifas preferenciales para la energía y contratos de trabajo específicos para la zona franca, la cual, sobre todo en las zonas más aisladas, al final intenta organizarse como una entidad autónoma, dotada de un estatuto de extraterritorialidad, una seguridad propia, acceso reservado, fuentes de energía y sistemas autónomos de telecomunicación. Así muchas de ellas se convierten en un Estado dentro del Estado y para muchos financieros son el refugio perfecto para los tráficos más misteriosos e ilegales sobre todo en lo que concierne a movimientos de divisas que escapan a cualquier control de las autoridades locales e internacionales. De este modo el cálculo de la relación entre costes y beneficios resulta muy aleatorio y sólo puede hacerse para zonas francas especificas que están realmente sostenidas por las grandes organizaciones públicas.

La zona franca de Mauricio, creada en 1970, abarca toda la isla y 100 000 puestos de trabajo, produciendo 1 millardo de dólares al año (el PIB per cápita de esta isla-estado es superior al de Grecia); mediante una masa de capitales asiáticos es la base de penetración en el Mercado Común, por ser un país miembro de la Commonwealth, y en el Oriente Medio. Este es un caso atípico de tal forma que ahora favorece las inversiones con fuerte valor añadido y los trabajos cualificados, dando los demás en régimen de contrata a Madagascar y a Kenia, siendo esta una dinámica propia de un capitalismo jovencísimo y vigoroso. Las demás zonas francas se encuentran, en un precario orden de importancia económica, en Túnez, Egipto, Botswana, Togo, Ghana, Kenia, Madagascar, Zimbabwe, Senegal, siendo éste último el caso más desastroso de todo Africa.

Los estudios de la Confederación Internacional de los Sindicatos Libres (CISL) y los documentos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) definen las zonas francas como «una gran mentira económica y social» ya que demuestran que los inversores, en su mayoría asiáticos; Corea, China e India, no sólo quieren trabajadores infrapagados, sino que además los quieren desprovistos de todo derecho social y sindical sometiéndoles totalmente.

No es con este sistema de la economía de las zonas francas como podrá participar Africa en la mundialización de la economía, ya que se la explotará todavía más reintroduciendo el trabajo en un régimen de semiesclavitud en el que los gobernantes locales son los negreros de sus propios «electores democráticos» y las deformes figuras tipo Bokassa, Amin o Mobutu se adaptarán al nuevo sistema que sólo podrá suprimirse con la revolución comunista.

Francia y USA

La actual crisis capitalista ha propinado también duros golpes a Francia, tanto es así que se han revisado todos los programas de gastos, incluidos los que afirmaban su «grandeur» sobre todo en sus reservas económicas de las ex-colonias.

Tras la segunda intervención militar francesa en pocas semanas en la República Centroafricana, en mayo de 1996, para sostener al gobierno del presidente favorable a Francia contra una revuelta del ejército al cual no se le pagaba desde hacia meses, ha salido a relucir claramente la profunda crisis del aparato militar francés desplegado en Africa central, que cuenta con 8700 hombres dispuestos en un eje este-oeste que va de Jibuti, Centroafrica y Senegal y que cuesta un millardo de francos franceses al año, sin contar las operaciones especiales «humanitarias».

«Por vez primera el Estado francés no ha podido realizar por sí solo, y rápidamente, en su propia zona de influencia natural, una de esas intervenciones militar-humanitarias con las que ha conseguido el control casi absoluto del continente negro. Rechazada con profunda hostilidad por el gobierno ruandés, cercada por los rebeldes del Zaire oriental a causa de su apoyo a Mobutu, ignorada por los Estados Unidos, a los cuales, para obtener su apoyo, ha llegado a proponer, a partir del 10 de noviembre, el mando y la dirección de la operación, Francia ha pagado la política imprudente y desequilibrada de estos últimos años en la región de los Grandes Lagos. Esta vez no ha podido mantener su propio rango ante los ojos del mundo y de la «reserva francófona», mientras los refugiados de los campos eran dejados sin asistencia durante semanas enteras» («Le Monde Diplomatique», diciembre 1996).

El Africa central no es precisamente Indochina; por muchas consideraciones más sustanciales parece que Francia, como Bélgica, vuelve a cometer el mismo error de obstinarse en no querer y poder ver su realidad como potencias en declive fuera de sus fronteras.

La profunda reforma del ejército de tierra francés, que comporta la «profesionalización» completa y la reducción de un tercio de las tropas, debería producir grandes cambios en ultramar aunque París prometa no tocar de modo sustancial la red de bases africanas, pero ya se sabe que estas promesas políticas cuentan poco. No obstante sí se da por cierta la reducción de los efectivos en la principal base de Jibuti en el Mar Rojo, con el abandono de la guarnición fija sustituida por la presencia de un reducido grupo de permanentes a los que hay que sumar la rotación trimestral del grueso de las tropas. Este proyecto trae consigo consecuentemente un debilitamiento sobre todo en lo que respecta a la experiencia adquirida sobre el terreno y al conocimiento de un territorio tan amplio y diverso. A la larga una estrategia similar significa pérdida de poder real o bien el comienzo de la retirada.

Desde el punto de vista económico los negocios africanos para Francia los podemos trazar a grandes rasgos por las estadísticas oficiales del comercio exterior que exponemos como sigue: el total de las exportaciones francesas en 1974 eran de 46,5 millardos de dólares y el 11,2 % de aquellas iban a Africa. En 1986 el total del comercio exterior subió a 124,9 millardos de dólares mientras las exportaciones africanas bajaron al 8,5 %; en 1995 de un total de 286 millardos de dólares de exportaciones, solo el 6,3 % corresponde a Africa. La tabla de las importaciones desde el continente negro muestra en los mismos años una caída del 10 % al 6,1 % y cae al 4,2 % en 1995 frente a un aumento de las importaciones en Francia, que en millardos de dólares alcanza 52,9 en 1974, 129,4 en 1986 y 273,6 en 1995.

De aquí se deduce que, en el periodo de 20 años considerado, Francia, cuyo comercio exterior en conjunto creció hasta el 22,3 % del PIB y ahora muestra que las exportaciones superan a las importaciones, por lo que respecta a los intercambios con Africa, ve que el valor de sus exportaciones hacia el continente se reduce a la mitad y sus compras caen en un 60  %. Africa cuenta cada vez menos en la economía francesa y todo, incluidas las ayudas, disminuye en proporción. Los países africanos ahora se lamentan de que «Francia se olvide de la contribución en sangre de los africanos en los conflictos coloniales y en las guerras mundiales». Según el Observatorio Permanente de la Cooperación Francesa, la ayuda pública francesa al desarrollo ha sido de 45,4 millardos de francos en 1996 (0,56 % del PIB), y ha proseguido la caída señalada en los últimos años (0,60 % en 1995, 0,64 en 1994). Es necesario además apartar otros 5 millardos, destinados de hecho a los territorios franceses de ultramar.» («Le Monde Diplomatique», diciembre 1996).

Mientras Francia decae, los USA se aprovechan de la situación favorable y se mueven a través del jefe de su diplomacia Warren Cristopher, con una serie de viajes por los países africanos con el fin de presentarse como nuevos socios comerciales atacando violentamente la imagen de París. Por doquier ha
«sido presentada una propuesta para una nueva partnership política y militar entre el continente negro y los Estados Unidos que podría llevar a la creación de una fuerza africana de reacción ante las crisis que se beneficiaria de la financiación, del adiestramiento, de los suministros y del apoyo logístico de las fuerzas estadounidenses. El coste de esta fuerza rondaría unos cuarenta millones de dólares. La ayuda pública estadounidense al desarrollo no representa más que el 0,15 % del PIB de los USA, cayendo un cuarto respecto al balance 1994–1996, y solamente un quinto se destina al Africa subsahariana. Por el contrario el comercio entre los Estados Unidos y Africa ha aumentado un 12 % en 1995 y ha alcanzado 18 000 millones de dólares».

Estas cifras, que aparentemente no son significativas porque son demasiado pequeñas respecto al potencial económico de los Estados Unidos, deben ser precisadas ya que la economía americana se caracteriza por una fuerte preponderancia del mercado interno sobre el exterior. De hecho en 1 995 sólo el 11,8 % de su PIB (7246 millardos de dólares) está representado por el comercio exterior con un total de 855 millardos que a su vez se reparten de la siguiente forma según su destinación: el 21,2 % a la Unión Europea, el 29,6 % para Méjico y Canadá y el 33,8 % para Asia, de los cuales el 11  % son para Japón. Sólo un 2,1  % del comercio exterior tiene como destino Africa y sus enormes recursos en materias primas son una buena garantía para la invasión de las mercancías «made in USA», pero para obtener un mayor beneficio es necesario apartar a un lado a Francia y llevar al continente la «pax americana». El coste de este partnership lo presentarán más tarde, cuando lo estimen oportuno, de momento lo que hay son pocas ayudas pero negocios en aumento.

Confrontemos estas cifras con el coste de la ayuda a los prófugos en las grandes catástrofes. En la reciente crisis del éxodo de las poblaciones ruandesas en Zaire, las organizaciones de la ONU gastaban medio dólar per-cápita al día (unas 70 pesetillas) para mantener a unos 2 millones de prófugos, es decir 1 millón de dólares al día. Y esto sólo para Ruanda. Se calcula que en Africa hay en conjunto unos 20 millones de prófugos y refugiados diversos, por lo tanto queda en evidencia que el total de los negocios USA en Africa todavía son escasos y similares a la magra limosna ofrecida por la ONU.

Los USA en Zaire

El sentido de la acción diplomática americana en Africa es el de llegar, país tras país, al control de la parte del continente que todavía le falta por controlar. Véase por ejemplo, centrándonos en la zona de los Grandes Lagos, que tras la guerra en Zaire todo está bajo su control, y la consistente ayuda ofrecida al régimen de Uganda que sostiene a su vez como base de apoyo a los antifundamentalistas islámicos del sur de Sudán; en Libia, los USA por el contrario, apoyan no muy secretamente al nuevo partido islámico anti-Gadafi. También en el Cuerno de Africa, en Etiopía y Eritrea se han convertido en los nuevos amos pero allí los resultados no han sido tan satisfactorios. En Zaire, por lo que parece, todo ha salido a pedir de boca y Wall Street está esperando los próximos beneficios.

Según las revelaciones de un diplomático americano aparecidas en «Le Monde Diplomatique» (mayo 1997):
«Nunca como ahora aparece con mayor evidencia la conquista del Zaire como algo planificado hasta el último detalle hace dieciocho meses, gracias al apoyo de los regímenes ruandés y ugandés, los cuales, al igual que el gobierno americano, tenían contactos regulares con Laurent-Desiré Kabila. El plan – realizado en gran parte en unos seis meses- preveía en la primera fase, la ‹limpieza› de los campos de prófugos ruandeses, (llevada a cabo casi en su mayor parte por el Ejército Patriótico Ruandés, mientras la diplomacia americana se preparaba para impedir una intervención ‹militar-humanitaria›); la segunda fase preveía la ‹conquista de las ciudades clave›, sin preocuparse de controlar bosques o selvas demasiado grandes o impenetrables; paralelamente debía ‹asegurarse un botín de guerra›, y por último, ‹hacer caer a Kinsasha y Mobutu›, buscando la manera de no romper nunca ‹la alianza con la población zaireña›».

Impedir la intervención militar-humanitaria significaba tener el campo libre, sin fuerzas de la ONU y francesas cerca tras evacuar a las ONGs y a los religiosos que todavía permanecían allí, mientras los hombres de Kabila avanzaban con uniformes, armas y equipos nuevos, muy distintos de la imagen de guerrilleros africanos.

Francia que había conseguido tener una presencia estable mediante su apoyo a Mobutu desde los primeros años de la independencia de Bélgica, es consciente de su pérdida de hegemonía y de las ventajas que se derivan de esto. La inmensa fortuna acumulada solamente por Mobutu, sin contar a sus colaboradores, en sus 32 años de poder, da una idea de los inmensos negocios realizados, sobre todo por Francia.

Toda la cuenca del Congo, y Zaire en particular, además de su posición estratégica a través de la línea ecuatorial, es un inmenso depósito de materias primas apreciadísimas entre las que se encuentran las importantes y casi únicas minas de niobio, un raro metal que por sus características químicas y físicas similares al platino es un elemento indispensable en la técnica nuclear y de los satélites.

El nuevo jefe Kabila, «ex-lugarteniente marxista de Che Guevara», está repartiendo los negocios zaireños entre las grandes multinacionales del ex-enemigo imperialista, o sea Estados Unidos, Sudáfrica, Europa y Japón. Y los negocios han ocupado inmediatamente un puesto de preeminencia, y de hecho uno de los primeros actos públicos del autoproclamado presidente del Congo-Zaire ha sido la fuerte reducción de las tasas por concesiones para la extracción de mineral a algunas compañías que le habían apoyado:
«La compañía minera ‹Tenke mining corporation› de Vancouver, que está mayoritariamente en manos suecas, ha ofrecido 50 millones de dólares a los rebeldes, primera entrega de los 250 millones a pagar a cambio de la garantía de los derechos de extracción del cobre» («Corriere della Sera», 18 de mayo 1997, el día después de la salida de Mobutu).
¡Los negocios y sobre todo Wall Street no tienen tiempo que perder!


Source: «La Izquierda Comunista», № 7, Noviembre 1997

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